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8/3/10

¿Cuán feliz eres?

Una de las grandes preocupaciones del hombre radica en la búsqueda de la felicidad. Es decir, que todos quieren ser felices, pero ¿Qué significa ser feliz y que nos da la felicidad? Obviamente cada cual tendrá sus propios intereses y sus particulares puntos de vista para responder estas cuestiones. Sin embargo, la investigación psicológica nos puede brindar algunos alcances sobre este tema. Primero responderemos la segunda interrogante a la luz de las investigaciones que se han realizado en todo el mundo. Las respuestas más comunes serían que la felicidad nos la proporciona el dinero, la salud, el amor de una pareja, la inteligencia o la belleza. Veamos...

Se han realizado estudios sobre si la gente bella o atractiva es más feliz que los no tan bellos o guapos. La relación entre belleza física y felicidad es baja. Sin embargo, un aspecto significativo de la belleza es la sonrisa. En ese sentido, como lo revelan los estudios de Dacher Keltner y LeeAnne Harker de la Universidad de Berkeley, las mujeres con un tipo de sonrisa expresiva tienen más probabilidad de casarse, mantener su matrimonio y de experimentar mayor bienestar personal a lo largo de sus vidas. Otros estudios han relacionado la sonrisa con la salud y el tiempo de vida, concluyendo que las personas que más sonríen se mantienen más sanas y viven más tiempo.

Si su respuesta es la salud, los psicólogos han encontrado que las personas que tienen una salud deficiente, no necesariamente son infelices; y que quienes se encuentran en perfecto estado físico tampoco son definitivamente felices. Martín Seligman, nos dice que la buena salud objetiva apenas guarda relación con la felicidad, lo que importa es nuestra percepción subjetiva de nuestro estado de salud. De hecho existen casos de personas que aunque padecen enfermedades terminales o “incurables”, vivencian un elevado nivel de emociones positivas. Otros aunque presentan discapacidades y limitaciones físicas y hasta mentales, se consideran felices. Un caso llamativo es el del ciclista americano Lance Armstrong, que a pesar de haberle detectado cáncer en el cerebro, los pulmones y los testículos, se sobrepuso a la enfermedad ganando siete años seguidos el Tour de Francia y todo ello gracias a su optimismo.

Si piensa que el dinero es la solución a sus problemas y que le puede brindar la felicidad completa, también está equivocado, pero no del todo.
Estudios hechos en países pobres como la India, Nigeria o Haití, revelan que la gente a pesar de no contar con bienes materiales o recursos financieros vastos puede ser feliz. Por otro lado, existen casos trágicos de personas acaudaladas que terminan suicidándose, a pesar de poseer dinero, belleza, salud y poder. Ahora bien, lo cierto es que las personas que viven en extrema pobreza sí experimentan mayores sentimientos de infelicidad que las personas cuya situación económica no sobrepasa los límites de la hambruna y el desamparo totales. O sea que el dinero sólo se asocia con la felicidad cuando éste garantiza la satisfacción de las necesidades básicas como alimento, abrigo y vivienda y recreación.

En el caso de la inteligencia, esta virtud no garantiza la felicidad. Existen intelectuales destacados como el filósofo Ludwing Wittgeinstein o el escritor Ermest Hemingway (ganador del premio Nobel en literatura) que tenían vidas desdichadas, tal es así que este último terminó suicidándose. En la actualidad se sabe, gracias a los estudios de investigadores como Bárbara Fredrickson, que las emociones positivas favorecen la comprensión, la creatividad y la capacidad para resolver problemas. Habilidades todas estas que se relacionan con la capacidad intelectual. En esta misma línea, Lisa Aspinwall de la Universidad de Utah reunió pruebas que demuestran que a la hora de tomar decisiones, las personas felices pueden ser más sabias que las personas depresivas.

Si su respuesta es que el amor garantiza la felicidad, se acerca más a la respuesta correcta, pero sólo parcialmente. El amor de los demás o de una pareja, entendido como aceptación social es una variable que se relaciona con la felicidad. Las personas más sociables por ejemplo suelen, aunque no en todos los casos, sentirse más felices que aquellos que se aíslan o que son solitarios. Esto es así porque los amigos, la pareja y los compañeros de estudio o de trabajo, actúan como soportes sociales que nos ayudan a enfrentar los problemas. Un dato que apoya esta idea, es que las personas casadas son más felices que las solteras en todo el mundo y que además los solteros tienen mayor probabilidad de enfermar física o psicológicamente. Ahora bien, el amor por uno mismo, entendido como autoestima, suele ser un mejor predictor de la felicidad de las personas.

Acercándonos más a la respuesta que nos brinda la investigación psicológica, diremos que los psicólogos diferencian entre la felicidad como estado y como condición. Todos vivenciamos estados de felicidad temporal pero no por eso somos felices. La felicidad como condición es aquella felicidad que define el estado constante de una persona. En ese sentido, las personas felices tienen las siguientes características: suelen ser optimistas, poseen una elevada autoestima, perciben que tienen control sobre las situaciones de su entorno y se sienten autorrealizadas. Este último aspecto es esencial para definir la felicidad, ya que la autorrealización es la variable psicológica que más se asocia con la felicidad. Se entiende por autorrealización la satisfacción que devienen del goce de la realización de las actividades que a una persona le satisface hacer. Es decir que mientras una persona se dedique a hacer lo que le más gusta tendrá mayores posibilidades de sentirse feliz, al margen del dinero, la salud, la belleza o el amor de otros.

Este aspecto tiene varias implicancias, como los factores vocacionales y las oportunidades del entorno. Pero con todo lo dicho hasta ahora, podemos concluir que la felicidad depende de uno mismo, de cómo se perciba, de cómo perciba las condiciones de su entorno y en definitiva, de si le satisface o no lo que hace. Otra variable que se asocia a la felicidad el la conducta prosocial. Entendemos por conducta prosocial, aquella que se orienta a la ayuda material o emocional hacia otras personas. Es decir, que mientras más ayudemos a los demás, tendremos la oportunidad de vivenciar emociones positivas como la felicidad. Esta variable se asocia directamente con un rasgo de la personalidad, calificado como bondad. Las personas bondadosas (generosas, caritativas y solidarias) suelen ser más felices que las menos bondadosas. Si Usted intenta ayudar a los demás es buen comienzo para experimentar estados de felicidad de forma permanente. Ello, vinculado con una autoestima positiva, autocontrol, optimismo y una vocación definida por las actividades que realizamos son los ingredientes de una vida sana y feliz.

Ya para terminar nos plantearemos una última interrogante ¿Por qué hacer las cosas que nos gustan nos dan felicidad? Evidentemente por el goce que sentimos al realizarlas, pero además porque al dedicarle tiempo y esfuerzo a lo que nos agrada adquirimos sin quererlo, destrezas y habilidades en esas actividades, lo cual nos hace más competentes y por ende nuestra autoestima se fortalece. Es decir que al realizar las actividades que nos gustan sentimos alegría, sentimientos de competencia, y todas estas emociones positivas nos conducen a la felicidad de la mano de la autorrealización. Recuerda que mientras tengas ganas de se feliz, no existirán obstáculos que te detengan en la vida. Valora lo que tienes y deja de lamentarte por lo que te hace falta. Ser feliz es un derecho que tú tienes, pero depende sólo de ti ser feliz.

Artículo de Walter Lizandro Arias Gallegos
Fuente: XING, Grupo de Psicología Positiva, Humor y Risa (IMER)

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